Durante cientos de años se han alabado las virtudes de la razón y el pensamiento
lógico, dejando el mundo de las emociones en un segundo plano, como si emocionarse fuera de débiles.
Actualmente, se está intentando corregir ese error. La ciencia se ha interesado en las emociones. De hecho, la psico-neuro-inmunología se dedica al estudio que las emociones y los pensamientos tienen sobre el cuerpo humano y en su salud. A nadie se le escapa que un buen disgusto puede ser la causa última de un infarto cardíaco.
En los más de 15 años que ejerzo la medicina familiar, he sido testigo de cómo nos afectan a los seres humanos las emociones.
Si bien es cierto que el pensamiento racional nos ha aportado grandes avances, es un rasgo relativamente nuevo del homo sapiens. De una manera simplista, podríamos decir, que la parte más antigua del cerebro, es la que está relacionada con las emociones y la supervivencia. Es en el neo-córtex o la zona más moderna de nuestro cerebro, donde se produce el pensamiento racional. Lo más importante, es que ambos están interconectados, y que a pesar de que hemos intentado analizarlos por separado, están trabajando juntos para nuestra supervivencia como individuos y como especie.
Esto influye en todos los aspectos de la vida: en el aprendizaje, en el crecimiento, en la propia salud. Así que si van al médico y les dice que lo suyo es de la mente, no se ofendan, porque seguro que la mente tiene mucho que ver. Para terminar, y dejarlo más claro, pondré un ejemplo. Es frecuente ver jóvenes que antes o después de un examen, que les supone un gran estrés, acaban con un resfriado, unas anginas o una bronquitis. El estrés, actuó bajando las defensas, que los hicieron más susceptibles a los virus y bacterias.
Roser Rodó
Médica de familia
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