Muchas personas recurren, sin habérselo planteado previamente, a la escritura de las emociones. Es en la adolescencia cuando quizás más se practica esta modalidad de escritura a través de un diario personal: el caudal de vivencias y emociones adolescentes necesita en muchas ocasiones ser traducido a palabras. El adolescente no será consciente, en la mayoría de las veces, que está desarrollando una actividad capaz de sanarle; como máximo, dirá que escribe para “desahogarse”, que no es otra cosa que decir que se escribe para hacer catarsis.
Una de las maneras más sencillas y accesibles de aplicar la escritura terapéutica o escritura de las emociones es justamente el diario personal, ya que la aventura de profundizar en nuestro interior sólo requiere de una libreta y un bolígrafo. No hay, pues, terapia más económica.
El poder del diario no se limita a funcionar como catarsis emocional en el momento de escribir y, por lo tanto, de liberar emociones perturbadoras, sino que sirve también para poder reflexionar, con la distancia necesaria, sobre lo escrito. Así, el paso siguiente consiste en revisitar las emociones que han aparecido en el proceso de escritura, identificarlas y decidir si es conveniente hacer algo más con ellas (terapia, cambios en nuestra manera de afrontarlas, etc.).
El proceso de escritura de un diario no varía demasiado de una a otra situación. Si su objetivo es, por ejemplo, trabajar algún acontecimiento traumático o perturbador, se pueden seguir estos sencillos pasos:
elige la vivencia o la situación angustiosa que desees abordar; dedica unos quince o veinte minutos diarios, durante como mínimo una semana, a escribir sobre ello (asegúrate de disponer de un espacio y un tiempo donde no puedas ser interrumpido/a ni molestado/a); deja pasar unos días y revisa lo escrito con la calma que proporciona el alejamiento de lo narrado. Reflexiona sobre lo que puedes hacer al respecto e intenta elaborar un relato mental de lo sucedido. Ser capaz de distanciarse de sucesos vividos con una alta carga emocional implica no sufrirlos de la misma manera.
Igualmente, si se desea iniciar la redacción a largo plazo de un diario, habrá que reservarse un espacio diario para escribir e intentar hacerlo regularmente. Este proceso de autoanálisis permitirá un conocimiento más profundo de nuestra personalidad y saber a qué responde cada una de nuestras actitudes, lo cual nos ayudará a encarar de manera más armónica y racional nuestro futuro.
Para concluir, hay que recordar que no es necesario guardar para siempre el diario ni volver a él una y otra vez; es más, después de cumplida su función, puede destruirse si así se prefiere. Si todo ha ido bien, se habrá conseguido disminuir el peso de las vivencias sobre las que se ha escrito y ya no nos perturbarán de la misma manera.
Gemma Nadal
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