Cinco días a la semana Lucía trabaja en una escuela. A ella le encanta ser maestra y con su voz cantarina encandila a los niños. Cuando los jueves sale del colegio, Lucía asiste como voluntaria a un grupo de duelo. Entonces, consciente de la situación por la que pasan estas personas, cuida mucho sus palabras y la modulación de la voz. Los fines de semana Lucía y Mario pasean por el parque. Ajenos al resto del mundo hablan de todo un poco sin reserva alguna. Sinceridad que no tiene cabida el cuarto domingo de cada mes, cuando comen con la familia de Mario. Durante tres horas ambos derrochan formalismo a fin de que no se descubra lo poco que soportan al resto de comensales. Y cada noche, cuando nuestra protagonista se duerme, ha sido todas estas Lucías y muchas otras más.
A partir de lo que hoy os he contado habéis conocido un poco a Lucía. Ahora bien, escuchándola hablar hubierais descubierto lo mismo e incluso más. De hecho, habríais vivido una experiencia única porque Lucía, al igual que cualquiera de nosotros, es un ser irrepetible en parte gracias a su voz.
En la construcción de la identidad la voz tiene un papel muy destacado por dos motivos principales. En primer lugar, no existen dos voces iguales por mucho que se parezcan. En segundo lugar, la voz nos permite mostrar u ocultar al mundo todo lo que alberga nuestro interior. Si unimos ambas ideas, obtendremos la clave para trabajar en nuestra individualidad de forma plena. Así pues, os invito a crear y disfrutar de vuestra identidad siendo ahora ya conscientes de que, en las mil situaciones que viváis, vuestra voz será solo una.
Elisabet Gimeno
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