pensamientosSubí al tren y contemplé una rabieta perpetrada por una niña de unos 8 o 9 años. Estaba muy enfadada y frustrada. Se había olvidado un vestido en casa de los amigos de sus padres. Ella quería su vestido, y lo quería en ese mismo instante. Su madre, amorosamente le dijo: hablaré contigo cuando te relajes, no antes.

La niña decidió que si quería obtener algo de su madre, debía reducir sus exigencias. Fue entonces cuando su madre logró razonar con ella. Le explicó que en aquel momento estaban en el tren en marcha y a más de la mitad del camino de regreso a casa, era de noche y que ella hubiera olvidado el vestido, no suponía ninguna tragedia. Le explicó que enviaría un mensaje para que le guardaran el vestido. Era lo único que se podía hacer en aquel momento.

La madre, le sugirió que en lugar de pasarse el resto del viaje enfadada y preocupada, podía quedarse tranquila y leer un libro que le había traído para el viaje. La niña se quedó pensando unos instantes y luego decidió que era mejor disfrutar del viaje.

En aquel momento, me di cuenta que había presenciado uno de los mejores momentos para la construcción de un carácter maduro. En resumen, la madre había conseguido desactivar el drama-rabieta perpetrada por su hija, le había explicado la situación y como aceptarla, luego le hizo entender que ella era libre de elegir sus pensamientos y actitudes y con ello también podía elegir como iba a sentirse.

Muchos adultos que acuden a mi consulta, no han aprendido esa valiosa lección, y reproducen sus rabietas en forma de quejas y más quejas, por una situación que no les gusta, que no aceptan y se quedan bloqueados en ese punto de sus vidas sin poder disfrutar del presente.

Tenemos libertad de pensamiento, y con ello tenemos libertad para sentirnos mejor.

Roser Rodó

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